viernes, 25 de septiembre de 2015

Los eunucos son inmortales.

Al terminar de leer la novela ‘Los eunucos inmortales’ del peruano Oswaldo Reynoso descubrimos no sólo a un escritor viejo, convaleciente y glotón, en realidad descubrimos a un hombre solitario, sabio y perturbador. A un maestro que acepta que la armonía está en su interior, a un hombre que luego de conocerse y superar una ‘enfermedad’ decide volver a su país.

‘Los eunucos inmortales’ ha sido un grato reencontrarme con la literatura que se produce en el Perú. La novela de Oswaldo Reynoso es un buen manjar literario que puede devorarse junto a cualquier jiaozi, esos ravioles chinos rellenos y de distintos sabores que se sirven calientes y que pueden repetirse hasta la saciedad.

La novela es un testimonio que relata la experiencia del escritor durante la revuelta estudiantil que culminó con la masacre de la Plaza Tian’anmen en junio del 1989. La he leído así en la primera aproximación. En la segunda revisión la he leído como una obra de ficción dejándome llevar por la seducción inteligente y madura del narrador.

Al escribir iré intercalando, pienso, las dos posibilidades que nos ofrece la novela.
La obra se inicia como una forma de buscar respuesta a la pregunta de ¿por qué el escritor se ha quedado más de 10 años en China, acaso por expiar una culpa? ¿O por buscar una verdad?

Oswaldo Reynoso llegó a la China en 1977, un año después de la muerte de Mao. Fue contratado como un experto para enseñar literatura española y para traducir los documentos que el buró político chino deseaba dar a conocer a los hispanoparlantes del mundo entero.

Luego de ser sometido a una intervención quirúrgica al estómago, en la que incluso le sacaron  algunas costillas para ingresar desde la espalda y extirparle el tumor que tenía, Oswaldo Reynoso se encontraba recuperándose cuando estalló la protesta estudiantil. Sin embargo, y pese al dolor que experimentaba, el peruano se dio maña y valor para ir a la plaza y observar in situ lo que ocurría.

Cientos de jóvenes universitarios se declararon en huelga de hambre y exigieron hablar con los líderes políticos chinos en torno a algunas reformas que se hacían urgentes, querían también dar fin a la ola de corrupción que comenzó a gestarse entre los familiares de los que dirigían dicho país.  Fue la época en que se decidió el encuentro entre los líderes chinos y el presidente ruso Mijail Gorbachov, reunión que serviría para dar un giro en las relaciones entre ambos países, muy afectadas a lo largo de 30 años.

Los dirigentes chinos necesitaban la plaza de Tian’namen para dar la bienvenida a tan digno visitante, pero los protestantes no cedieron. Sin embargo, el entonces jefe militar de la China Deng Xiaoping se reunió luego con el líder ruso en un lugar céntrico de Beijing, sin interferir con la protesta y mucho menos desalojar entonces a los estudiantes. Ambas autoridades transitaron sin problemas por el centro de la capital.

Al tratar el tema de la reunión, Oswaldo Reynoso nos conduce a una ciudad distinta. A una China que pocos conocen. A una ciudad subterránea con una serie de pisos y accesos que puede dar cobijo a miles de habitantes en caso de guerra y que puede ser el lugar estratégico para planear la defensa y hacer frente a cualquier ‘enemigo invasor’.

Más de una vez Oswaldo Reynoso contó el porqué del título de su novela. Los eunucos han sido un poder en la China desde épocas pasadas. Durante la dinastía Tang llegaron a colocar en el trono a muchos niños de 11 años, a los mismos que al crecer iban asesinando con la anuencia de los miembros de la realeza y las concubinas para seguir ejerciendo el  verdadero poder detrás del trono. Si eso existió en el pasado, hoy los eunucos siguen existiendo y se reciclan o usan careta en cualquier parte del mundo y bajo cualquier régimen. Los eunucos son inmortales para el escritor.

Al principio de la narración el escritor nos crea una atmósfera literaria extraña donde se juntan los recuerdos de Beijing y Arequipa. Nos daremos cuenta al final de la novela que el recurso es válido para poder contar lo que ocurrió con los estudiantes chinos que protestaban en Tian’namen. El convaleciente narrador no pudo estar presente el día de la masacre en la plaza china, pero precisa que toda protesta juvenil que termina con el uso de la fuerza militar es idéntica. Oswaldo Reynoso recuerda cómo actuó la policía contra los jóvenes arequipeños durante los actos de protesta contra el dictador peruano Manuel A. Odría, en junio de 1950. A un grupo de estudiantes se les fue cercando y empujando hasta la ciudad prohibida. Hasta el momento ninguno de estos doscientos estudiantes ha aparecido. Se dice que los fusilaron.

Entre los jóvenes muertos en Tian’namen esta Liang, uno de los personajes de la novela quien pese a estar entre los huelguistas de hambre y al que no logramos ver la cara con detenimiento, nos crea una preocupación fraternal. En el testimonio del escritor, Liang es un autodidacta sorprendente, habla un español con acento mandarín y ha leído a los clásicos burlando la censura. ¿Con qué derecho nos han quitado la libertad de escuchar esta música celestial? comenta cuando el autor le hace oír a Mozart y Vivaldi. Es un joven sensible que declama a los mejores poetas chinos y a quien Reynoso le ofrece un buen trago de ron.

El erotismo no está exento en  la novela, los chinos que desean contar con Oswaldo Reynoso para siempre deciden buscarle esposa, pero el escritor se niega con gratitud. ¿Para qué? ¿Para complacer a una sociedad que quiere verlo domado y feliz? El no desea ser un tigre de papel, quiere seguir recorriendo las estepas aunque se equivoque. Los chinos se quejan del erotismo de occidente, pero son tan curiosos que gustan de observar la desfloración de una novia después de su boda para aprender los secretos del arte de amar. Incluso creen que llegar a hacer el amor diez veces sin eyacular es milagroso para un varón.

Y la comida no podía faltar en esta novela. A los jiaozi de cerdo y langostinos que los jóvenes devoran, se suman los banquetes de inútil búsqueda de la juventud perdida con platos de medallones del emperador hecho a base del pene de un burro marinado por tres días y cortado en rebanadas, nidos de golondrina con aletas de tiburón, sesos de mono frito en aceite de rana y la sopa niu bian que no es otra cosa que pene de toro que puede ayudar a que la vida se alargue.

Para terminar. La masacre de Tian’namen existió aunque los dirigentes chinos lo nieguen. Pese a ser un relato que tiene algo de ficción, el trabajo de Oswaldo Reynoso es un documento necesario para conocer esta verdad. Lo ocurrido en la plaza china sirvió de ruptura entre el escritor y el buró político de Beijing. El escritor está con vida, vive en Lima,  tiene una vejez sabia y saludable, quizás se deba a toda la buena comida china que probó y al cuidado que le dieron la ayi (ama de llaves) y el fuyuan (mozo) del hotel de la Amistad donde vivió, bebió, ahorró y escribió. Pese a que no habla chino, el escritor se dio maña para enseñarnos algunas palabras vitales en chino. Dui, dui. Xeixe, xeixe.

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