Al terminar de leer la novela ‘Los eunucos inmortales’ del
peruano Oswaldo Reynoso descubrimos no sólo a un escritor viejo, convaleciente
y glotón, en realidad descubrimos a un hombre solitario, sabio y perturbador. A
un maestro que acepta que la armonía está en su interior, a un hombre que luego
de conocerse y superar una ‘enfermedad’ decide volver a su país.
‘Los eunucos inmortales’ ha sido un grato reencontrarme con
la literatura que se produce en el Perú. La novela de Oswaldo Reynoso es un
buen manjar literario que puede devorarse junto a cualquier jiaozi, esos
ravioles chinos rellenos y de distintos sabores que se sirven calientes y que
pueden repetirse hasta la saciedad.
La novela es un testimonio que relata la experiencia del
escritor durante la revuelta estudiantil que culminó con la masacre de la Plaza
Tian’anmen en junio del 1989. La he leído así en la primera aproximación. En la
segunda revisión la he leído como una obra de ficción dejándome llevar por la
seducción inteligente y madura del narrador.
Al escribir iré intercalando, pienso, las dos posibilidades
que nos ofrece la novela.
La obra se inicia como una forma de buscar respuesta a la
pregunta de ¿por qué el escritor se ha quedado más de 10 años en China, acaso
por expiar una culpa? ¿O por buscar una verdad?
Oswaldo Reynoso llegó a la China en 1977, un año después de
la muerte de Mao. Fue contratado como un experto para enseñar literatura
española y para traducir los documentos que el buró político chino deseaba dar
a conocer a los hispanoparlantes del mundo entero.
Luego de ser sometido a una intervención quirúrgica al
estómago, en la que incluso le sacaron
algunas costillas para ingresar desde la espalda y extirparle el tumor
que tenía, Oswaldo Reynoso se encontraba recuperándose cuando estalló la
protesta estudiantil. Sin embargo, y pese al dolor que experimentaba, el
peruano se dio maña y valor para ir a la plaza y observar in situ lo que ocurría.
Cientos de jóvenes universitarios se declararon en huelga de
hambre y exigieron hablar con los líderes políticos chinos en torno a algunas
reformas que se hacían urgentes, querían también dar fin a la ola de corrupción
que comenzó a gestarse entre los familiares de los que dirigían dicho país. Fue la época en que se decidió el encuentro
entre los líderes chinos y el presidente ruso Mijail Gorbachov, reunión que
serviría para dar un giro en las relaciones entre ambos países, muy afectadas a
lo largo de 30 años.
Los dirigentes chinos necesitaban la plaza de Tian’namen
para dar la bienvenida a tan digno visitante, pero los protestantes no
cedieron. Sin embargo, el entonces jefe militar de la China Deng Xiaoping se
reunió luego con el líder ruso en un lugar céntrico de Beijing, sin interferir con
la protesta y mucho menos desalojar entonces a los estudiantes. Ambas
autoridades transitaron sin problemas por el centro de la capital.
Al tratar el tema de la reunión, Oswaldo Reynoso nos conduce
a una ciudad distinta. A una China que pocos conocen. A una ciudad subterránea
con una serie de pisos y accesos que puede dar cobijo a miles de habitantes en
caso de guerra y que puede ser el lugar estratégico para planear la defensa y hacer
frente a cualquier ‘enemigo invasor’.
Más de una vez Oswaldo Reynoso contó el porqué del título de
su novela. Los eunucos han sido un poder en la China desde épocas pasadas.
Durante la dinastía Tang llegaron a colocar en el trono a muchos niños de 11
años, a los mismos que al crecer iban asesinando con la anuencia de los
miembros de la realeza y las concubinas para seguir ejerciendo el verdadero poder detrás del trono. Si eso
existió en el pasado, hoy los eunucos siguen existiendo y se reciclan o usan
careta en cualquier parte del mundo y bajo cualquier régimen. Los eunucos son
inmortales para el escritor.
Al principio de la narración el escritor nos crea una atmósfera
literaria extraña donde se juntan los recuerdos de Beijing y Arequipa. Nos
daremos cuenta al final de la novela que el recurso es válido para poder contar
lo que ocurrió con los estudiantes chinos que protestaban en Tian’namen. El
convaleciente narrador no pudo estar presente el día de la masacre en la plaza
china, pero precisa que toda protesta juvenil que termina con el uso de la
fuerza militar es idéntica. Oswaldo Reynoso recuerda cómo actuó la policía
contra los jóvenes arequipeños durante los actos de protesta contra el dictador
peruano Manuel A. Odría, en junio de 1950. A un grupo de estudiantes se les fue
cercando y empujando hasta la ciudad prohibida. Hasta el momento ninguno de
estos doscientos estudiantes ha aparecido. Se dice que los fusilaron.
Entre los jóvenes muertos en Tian’namen esta Liang, uno de
los personajes de la novela quien pese a estar entre los huelguistas de hambre
y al que no logramos ver la cara con detenimiento, nos crea una preocupación
fraternal. En el testimonio del escritor, Liang es un autodidacta sorprendente,
habla un español con acento mandarín y ha leído a los clásicos burlando la
censura. ¿Con qué derecho nos han quitado la libertad de escuchar esta música
celestial? comenta cuando el autor le hace oír a Mozart y Vivaldi. Es un joven
sensible que declama a los mejores poetas chinos y a quien Reynoso le ofrece un
buen trago de ron.
El erotismo no está exento en la novela, los chinos que desean contar con
Oswaldo Reynoso para siempre deciden buscarle esposa, pero el escritor se niega
con gratitud. ¿Para qué? ¿Para complacer a una sociedad que quiere verlo domado
y feliz? El no desea ser un tigre de papel, quiere seguir recorriendo las
estepas aunque se equivoque. Los chinos se quejan del erotismo de occidente,
pero son tan curiosos que gustan de observar la desfloración de una novia
después de su boda para aprender los secretos del arte de amar. Incluso creen
que llegar a hacer el amor diez veces sin eyacular es milagroso para un varón.
Y la comida no podía faltar en esta novela. A los jiaozi de
cerdo y langostinos que los jóvenes devoran, se suman los banquetes de inútil
búsqueda de la juventud perdida con platos de medallones del emperador hecho a
base del pene de un burro marinado por tres días y cortado en rebanadas, nidos
de golondrina con aletas de tiburón, sesos de mono frito en aceite de rana y la
sopa niu bian que no es otra cosa que pene de toro que puede ayudar a que la
vida se alargue.
Para terminar. La masacre de Tian’namen existió aunque los
dirigentes chinos lo nieguen. Pese a ser un relato que tiene algo de ficción,
el trabajo de Oswaldo Reynoso es un documento necesario para conocer esta
verdad. Lo ocurrido en la plaza china sirvió de ruptura entre el escritor y el
buró político de Beijing. El escritor está con vida, vive en Lima, tiene una vejez sabia y saludable, quizás se
deba a toda la buena comida china que probó y al cuidado que le dieron la ayi
(ama de llaves) y el fuyuan (mozo) del hotel de la Amistad donde vivió, bebió,
ahorró y escribió. Pese a que no habla chino, el escritor se dio maña para enseñarnos
algunas palabras vitales en chino. Dui, dui. Xeixe, xeixe.
Muy bueno.
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