Leonardo DiCaprio debe ser el próximo ganador del Oscar a
mejor actor principal en la octogésima octava versión de la entrega de premios
en Los Ángeles, salvo que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de
Hollywood opte por hacer lo que le venga en gana.
DiCaprio hizo el papel protagónico en la película The revenant,
historia en la que se lució haciendo de todo: se enfrentó a una osa que casi le
destroza, comió pescado recién sacado del río, devoró hambriento el hígado de
un bisonte, se metió a dormir dentro de un caballo muerto, al que antes despojó
de todas las vísceras para sobrevivir durante una tormenta de nieve, fue
arrastrado por las aguas rápidas y heladas de un río y tuvo que caminar cientos
de kilómetros para llegar a su base y enfrentar a quienes lo abandonaron
herido.
Resumido de esta manera, la historia fílmica parece toda una
aventura llena de acción, pero estos hechos señalados anteriormente son picos
que ocurren en algunos momentos del relato para darle a lo narrado un toque de
agilidad necesaria. The revenant es más bien un film que da cierto tributo a
las películas mudas.
DiCaprio dijo que esta película fue un reto para él pues
debió hacer un esfuerzo tremendo para comunicar sin palabras todo el drama
que vive a consecuencia de lo que le ocurre. La naturaleza también se presta
para dar lo suyo, con esos arroyos que dejan que sus aguas discurran
delicadamente, el viento que bambolea las altas ramas de los árboles y la nieve
que cae o se precipita desde las puntas nevadas.
El gran gancho de la película es el inicio que tiene. La
pelea entre los nativos americanos y los colonos extranjeros es de antología
por su gran realismo. Mucho se habló ya de la gran cantidad de horas de ensayo
que se usó para que la lucha saliera como se había planeado. La brutalidad de
la época se gráfica con objetividad y buen pulso.
El renacido atemoriza.
The revenant o el renacido cuenta la historia dramatizada
del trampero, cazador y vendedor de pieles de animales, Hugh Glass, quien fue
abandonado por dos de sus compañeros luego de que terminara muy mal herido tras
ser atacado por una osa grizzli que trató de defender a sus oseznos. (Soy
sincero, no digerí bien ese ataque, una osa nunca ataca como ataca esa grizzli,
aunque esté herida de bala). El ataque y lo vivido por Glass habría ocurrido
alrededor del año de 1823.
El film fue dirigido por el mexicano Alejandro Gonzáles Iñárritu,
quien podría repetir el premio a mejor director (el año pasado alzó la
estatuilla de la Academia por su trabajo de dirección en la película Birdman).
Y la dirección de fotografía estuvo a cargo del chivo, Emmanuel Lubezki, quien
también podría volver a ganar un Oscar. El binomio mexicano decidió filmar la
película en Canadá, pero la naturaleza que cortó el invierno muy rápido hizo
que todo el equipo volara al sur y continuara su trabajo en la zona de la
Patagonia. Fueron seis meses de trabajo que se hicieron a la sombra de la luz
natural por breves momentos del día. Para Gonzáles Iñárritu ésta es una película
que afirma la vida. Es brutal, pero es bella. Es salvaje, pero es poética. El
esfuerzo del protagonista es épico.
De principio a fin.
El inicio es primordial en toda historia y siempre
recomiendo que la primera parte no hay que perderse por nada del mundo. El pop corn no es necesario en la sala. Al
comienzo del film, Glass le dice a su hijo que nunca renuncie a seguir en la
lucha y eso es lo que marca también su vida a lo largo de su camino. Pero recuerden,
ningún triunfo es fácil, más aún cuando se trata de entender y valorar
realmente la vida, por esa razón vemos a Glass flaquear por ratos. El deseo de venganza
lo ciega, pero cuando llega a comprender, cede. Glass avanza gracias a su frase
inicial y cuando lo llega a entender del todo, opta por lo que opta al final.
La película me parece sencilla por el camino que se le traza
al personaje principal; desde el lugar donde está herido debe hacer todo lo que
está a su alcance para llegar. Sin duda hay y tiene que haber una fuerte
motivación que impulse la acción y esa motivación es hacer justicia. Pero en el
camino hay una serie de obstáculos que el protagonista tiene que superar y con
esas trabas Glass va aprendiendo a valorar otras cosas, entre ellas la
naturaleza, la vida y el deseo de vivir. Por esa razón cuando enfrenta a quien
le quita todo lo que tiene, quien mata a su hijo, Glass decide que sea otro
quien haga justicia.
El buen papel que le toca interpretar a DiCaprio no hubiese sido
exitoso sin el antagonista que tiene al frente. Tom Hardy en el papel de John
Fitzgerald es espectacular. Fitzgerald es un hombre amargado que está a la búsqueda
de dinero rápido para salir del lugar inhóspito. El único motivo aparente para
odiar a Glass es que este último tiene un hijo mestizo con una india Pawnee.
Odia a los nativos quienes son su escollo, casi le han arrancado la piel de la cabeza
y le han dejado heridas muy profundas. Con Glass herido y con la posibilidad de
ganar plata fácil, acabar con el escollo es su meta, mata al hijo mestizo y
abandona al padre mal herido. Por ahí leí que el choque entre Glass y
Fitzgerald es típico de Hollywood, el blanco malo enfrenta al noble salvaje. Al
noble le salva su espíritu humano.
Si Hollywood lo pidió así ojalá no se tire para atrás al
momento de premiar. DiCaprio merece su premio. Ojalá en Hollywood no se piense
que ésta es la ceremonia de las repeticiones y bien podría premiar una vez más
a Eddie Redmayne por su papel protagónico en ‘La chica danesa’. Esperemos que
no prime ese criterio, ni otro (me entienden, no es cierto?). A Dios lo que es
de Dios y a DiCaprio lo que es suyo, se lo tiene bien ganado.