Cuando el amor se busca con desesperación, llega, pero no
necesariamente es una salvación. Más bien es una epifanía, pero no es una
revelación en el sentido divino, es más bien una manifestación de la tragedia o
fuku
que nos toca vivir. Es lo que parece decir Junot Díaz en su novela titulada ‘La breve y maravillosa vida de Óscar
Wao’. La misma que ganó el premio Pulitzer de ficción en el 2008.
Es la segunda vez que leo la novela y lo he disfrutado, tal
vez más que la primera vez.
El personaje de la novela es un nerd dominicano, quien aún niño
llega a los Estados Unidos junto a su mamá y su hermana. Tras conseguir la ciudadanía norteamericana,
la familia vive en Paterson, New Jersey, donde además se asienta un gran número
de latinos, entre los que están los peruanos, conocidos en la novela también por
su rica tradición culinaria.
Óscar es ahora un estudiante universitario moreno, obeso, muy
buen lector de comics y amante de los videojuegos de su generación. Debido a su
sobrepeso –pesa más de 130 kilos- las jóvenes
no se fijan en él y parece estar condenado a morir sin ni siquiera conocer los
besos de una mujer. Todo el mundo se burla de su fuku o mala suerte que le toca, y, consciente de lo que le ocurre
se vuelve un tipo desesperado. Se para en una calle y grita su amor ‘inconmensurable’
a toda mujer bonita que pase o aparezca por la vereda de enfrente. Rechazado en
varias oportunidades, Óscar está decidido a acabar con su vida, no una sino
muchas veces.
La historia de Óscar Wao es un libro que se lee con
fruición. Uno puede reír o llorar a lo largo a de la narración, pues el trabajo
paciente del escritor dominicano -hoy estadounidense- jamás te da tiempo a
pensar en otra cosa que no sea ayudar al personaje. Pero cuidado, el lector no sólo
está interesado en llegar al desenlace de la ficción y satisfacerse sabiendo si
existe alguna fémina que se fije en el personaje, no. La novela tiene más cosas
interesantes.
Algunos críticos señalan que la obra tiene un rasgo autobiográfico
muy marcado. El primogénito Junot Díaz llegó a los Estados Unidos junto a su madre
y sus cuatro hermanos para reunirse con su padre –un ex policía de la era de
Trujillo- quien abandonó a la familia. En
la historia se siente el costo de vivir lejos de casa, y se entiende también de
dónde y porqué razón se ha dado la diáspora quisqueyana. Ese desarraigo del
exilio que han sabido llevar a buen pulso las mujeres centroamericanas. En la
novela, ellas son luchadoras increíbles, que aunque se vean perdedoras, van
adelante, son ellas las que se enfrentan a esa realidad con futuro incierto
llenas de determinación y sin importarle el riesgo personal, tratando de cuidar
siempre la seguridad de sus seres queridos.
Volvamos al cauce.
Junot Díaz divide su historia por partes y por capítulos.
Primero nos cuenta todo lo que le ocurre al personaje principal, luego a la
hermana y también a la madre. Cuando aborda la historia de Beli -la mamá- Díaz
nos hace mirar el pasado dominicano en la era de Rafael Leónidas Trujillo, el sátrapa que gobernó la isla centroamericana a su antojo y capricho. La historia
gana mucha fuerza cuando se cuenta todo ese pasado del que además los
dominicanos se niegan a hablar. Las tiranías en esta parte del mundo han sido
macabras, recuerda Díaz, basta que tiraras una cáscara de plátano al piso para
que te castigaran con diez años de cárcel, no cualquier cárcel, sino en una cárcel
de Trujillo de entonces. A eso se suma el lado mágico de la historia que sorprende
por su realismo. Esta además el relato de un narrador dentro de la historia que
conoce todo lo que pasa, porque es un allegado a la familia. Es una voz
adicional que ayuda a Junot Díaz a hacer más verosímil lo que cuenta.
Me gustaría hablar un poquito del lenguaje. Óscar es un
joven que sufre por no tener una novia, además es alérgico a todo tipo de esfuerzo, así que recibe el consejo de
su tío Rudolfo. “Escúchame palomo, coge
una muchacha y méteselo ya. Eso lo resuelve todo. Empieza con una fea ¡Coge una
fea y méteselo!”. Óscar tiene dos amigos, quienes se van porque consiguen
novias. Nada especial, feísimas en
realidad, pero jevas al fin. Óscar se sintió muy mal cuando una amiga lo
dejó por un novio, así que comienza a llamarla por teléfono. Este es Óscar, un oso me está comiendo las
piernas. Es Óscar, quieren un millón de dólares o me matan. Es Óscar, he visto
caer un meteorito y voy a salir a investigar. Junot Díaz se preguntaba ¿qué
clase de educación puede impartir un padre que ha vivido en una dictadura? Óscar
y su hermana responden en la novela que le
tenían más miedo a su mamá que a la oscuridad o al cuco. Hay que recordar
que quienes hablan en la novela son jóvenes universitarios norteamericanos. Complicados
y faltos de verdadero amor. Y el trato
de Díaz está lleno de comprensión y compasión por lo que ve y narra. ‘Nadie nos
enseña que la compasión y el perdón es lo que debemos dar’, dice el escritor.
Sigamos. El camino al éxito no está lleno de flores, menos
en el terreno de la ficción con un gran desenlace, parece recordarnos Junot Díaz,
quien hace que el hijo transite un calvario tan horrible como el de la madre
hasta que llegue a dónde quiere llegar. Y llega a la cumbre casi sin proponerse, de pronto Óscar se sorprende con lo que
le ocurre y el lector también, pero tras la sorpresa viene un final inolvidable.
Difícil de olvidar por el fuku o mala
suerte del que nos ha estado hablando el escritor.
Desde que llegaron los españoles a esta parte del mundo, lo
que trajeron fue la mala suerte, dice el narrador de la historia. El fuku que le toca enfrentar a Oscar Wao y
al que también se enfrentó su madre y los ancestros de nuestros personajes.
Para tomar en cuenta.
Junot Diaz no se considera la voz de los latinos o morenos
en los Estados Unidos. Tampoco el vocero de la comunidad dominicana. No soy un
informante nativo de la basta y contradictoria cultura que tenemos, si fuera
alguien que se irroga ese título sería un cómplice, pero tampoco es que me
sienta por encima de eso y me rasque las vestiduras desde una posición que no tengo,
señaló el escritor alguna vez durante la presentación de su novela.
Consultado si escribe en inglés o en español, Díaz dijo. “Pienso
en inglés y en español, aunque escribo en inglés. Pero cuando mis dos lenguas
pensantes coinciden, me complazco. A veces mi lado español le dice al inglés: ya
pendejo deja de decir tonterías”.
Junot Díaz recuerda que hasta mediados del 70 en los Estados
Unidos había un editor de libros que no permitía la publicación de los mismos
que tuvieran que ver y hablaran de negros y latinos. Felizmente se acabó esa visión
chata y feudal y hoy gozamos de una serie de historias que han enriquecido
nuestra forma de ver e interpretar el mundo.
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