Así es Humberto Castillo Anselmi: un hombre humilde y muy
atento.
Hoy mide un metro setenta, de ojos pequeños y penetrante mirada,
tiene el rostro largo, la frente amplia y el pelo blanco. A los catorce se
volvió canoso y debido a eso todos lo conocen como el ‘Chivo’.
Siempre anda pendiente de detalles. No usa anteojos, pero es
un observador nato. Suele apoyar por ratos la mejilla en la palma de su mano
mientras escucha y le gusta saborear sutilmente.
Apareció para sorpresa de todos con terno azul marino,
camisa blanca y corbata lavanda con rombitos.
Esbozó una sonrisa al ver que ya había muchos en el auditorio donde
presentó su libro. Llegó temprano. Se estrechó en abrazos con los colegas y recibió
besos de las damas. Quienes lo conocen saben que el periodista entrevistó
presidentes en manga de camisa.
En la Universidad Jaime Bausate y Mesa se instaló un
auditorio que quedó pequeño. Hasta los pasillos estuvieron llenos. El ex fotógrafo
Lucho Talledo dijo que tenía que venir sí o sí a ver al Chivo. Al observar la
sala bromeó: ‘la Universidad tiene que abrir un nido con tanto chibolito que ha venido’. Es verdad, a
los muchos periodistas de antes se sumaron los que están en ejercicio y también
los alumnos de la casa de estudios.
En la sala se respiraba cariño, admiración y gratitud.
Castillo Anselmi presentó su libro de crónicas memorables, titulada ‘La palabra
del Chivo’. Los editores decidieron poner una mesa en la entrada del auditorio
con los libros y los mismos se vendieron como pan caliente.
Entre las 25 crónicas está el famoso retrato del presidente
francés Charles de Gaulle cuando visitó Lima en 1964. El Chivo contó que eran
las 10 p.m. cuando comenzó a escribir dicha nota. No sabía lo que ocurriría
después, sólo sabía que tenía que evitar el tiro de pistola que podía darle el
jefe de redacción apurándolo porque ya estaban cerrando la edición del día
siguiente y era la nota que faltaba. El Chivo aporreaba las teclas de su
antigua máquina y cuando terminó, en un acto de triunfo, levantó las manos. Lo
demás es historia, la crónica ganó premios y se convirtió en un ejemplo de buen
periodismo. Hoy muchos lo releen y tratan de imitar. Al estilo corto y preciso,
se suma la organización y como se pinta a un personaje de la talla de un gran
visitante hasta darle un remate final de antología.
Luego, el Chivo haciendo uso de un sentido del humor muy
fino contó cómo se permitió salir bien librado de cuanto drama vio y escribió.
El caso de la burra Panchita es emblemático en su vida profesional. Al no poder
alcanzar la cumbre de una montaña donde había caído un avión con 134 pasajeros,
tuvo que comprar junto a dos colegas una burrita. Pagaron por el noble animal
80 soles. Cuando alcanzaron la zona del desastre, se dieron con el drama, los
cuerpos sin vida de todos los pasajeros estaban destrozados y regados en la
montaña. Eso fue desgarrador. Al volver, no sabían qué hacer con el animalito,
pensaron traerlo y pasearlo por la plaza de armas, pero atinaron mejor a
venderlo. Alguien se animó a pagar 100 soles por la burrita, así que en dicha
comisión habían logrado ganar 20 soles más, aunque Humberto se lamenta de no
saber qué pasó con la Panchita.
Pasé y vi cosas tremendas, pero nada me puede causar más
dolor que la muerte de mis colegas periodistas en Uchuraccay a quienes conocí,
dice el Chivo. Precisamente en su libro está su crónica… “Frente a ese cuadro macabro, tan horrendo se escuchaban voces de
verdadero espanto, de irreprimible pena. Uchuraccay exhibía toda su pobreza,
toda su miseria”.
Son recuerdos comunes entre los periodistas decir que cuando
el Chivo necesitaba anotar podía valerse de una servilleta o una cajita de
fósforo.
Miguel Humberto Aguirre dijo
‘Este será el segundo libro que voy a releer muchas veces a lo largo del
año. Al leer las crónicas de mi tocayo siento la humanidad presente en cada
línea. En estas páginas pueden encontrar al niño pobre que descubre el mar,
pueden sentir el frío congelante de la Antártida, pueden oír el goteo de un
caño en el callejón de El buque, pueden saber cómo y porqué actúa la gente
cuando de chapar un choro se trata
(El Chivo abordó el caso Huayanay, donde los pobladores de Huancavelica
hicieron justicia con sus propias manos). Aquí descubrimos que no hemos cambiado
mucho’.
Al final, Humberto Castillo Anselmi se veía contento y no se
cansaba de firmar ejemplares. Luego que Lucho Talledo consiguió la firma
deseada dijo: “Esta parado el chibolito. Ojalá haya Chivo para rato”.