martes, 20 de octubre de 2015

Chivo para rato.


Así es Humberto Castillo Anselmi: un hombre humilde y muy atento.

Hoy mide un metro setenta, de ojos pequeños y penetrante mirada, tiene el rostro largo, la frente amplia y el pelo blanco. A los catorce se volvió canoso y debido a eso todos lo conocen como el ‘Chivo’.

Siempre anda pendiente de detalles. No usa anteojos, pero es un observador nato. Suele apoyar por ratos la mejilla en la palma de su mano mientras escucha y le gusta saborear sutilmente.

Apareció para sorpresa de todos con terno azul marino, camisa blanca y corbata lavanda con rombitos.  Esbozó una sonrisa al ver que ya había muchos en el auditorio donde presentó su libro. Llegó temprano. Se estrechó en abrazos con los colegas y recibió besos de las damas. Quienes lo conocen saben que el periodista entrevistó presidentes en manga de camisa.

En la Universidad Jaime Bausate y Mesa se instaló un auditorio que quedó pequeño. Hasta los pasillos estuvieron llenos. El ex fotógrafo Lucho Talledo dijo que tenía que venir sí o sí a ver al Chivo. Al observar la sala bromeó: ‘la Universidad tiene que abrir un nido con tanto chibolito que ha venido’. Es verdad, a los muchos periodistas de antes se sumaron los que están en ejercicio y también los alumnos de la casa de estudios.

En la sala se respiraba cariño, admiración y gratitud. Castillo Anselmi presentó su libro de crónicas memorables, titulada ‘La palabra del Chivo’. Los editores decidieron poner una mesa en la entrada del auditorio con los libros y los mismos se vendieron como pan caliente.

Entre las 25 crónicas está el famoso retrato del presidente francés Charles de Gaulle cuando visitó Lima en 1964. El Chivo contó que eran las 10 p.m. cuando comenzó a escribir dicha nota. No sabía lo que ocurriría después, sólo sabía que tenía que evitar el tiro de pistola que podía darle el jefe de redacción apurándolo porque ya estaban cerrando la edición del día siguiente y era la nota que faltaba. El Chivo aporreaba las teclas de su antigua máquina y cuando terminó, en un acto de triunfo, levantó las manos. Lo demás es historia, la crónica ganó premios y se convirtió en un ejemplo de buen periodismo. Hoy muchos lo releen y tratan de imitar. Al estilo corto y preciso, se suma la organización y como se pinta a un personaje de la talla de un gran visitante hasta darle un remate final de antología. 

Luego, el Chivo haciendo uso de un sentido del humor muy fino contó cómo se permitió salir bien librado de cuanto drama vio y escribió. El caso de la burra Panchita es emblemático en su vida profesional. Al no poder alcanzar la cumbre de una montaña donde había caído un avión con 134 pasajeros, tuvo que comprar junto a dos colegas una burrita. Pagaron por el noble animal 80 soles. Cuando alcanzaron la zona del desastre, se dieron con el drama, los cuerpos sin vida de todos los pasajeros estaban destrozados y regados en la montaña. Eso fue desgarrador. Al volver, no sabían qué hacer con el animalito, pensaron traerlo y pasearlo por la plaza de armas, pero atinaron mejor a venderlo. Alguien se animó a pagar 100 soles por la burrita, así que en dicha comisión habían logrado ganar 20 soles más, aunque Humberto se lamenta de no saber qué pasó con la Panchita.

Pasé y vi cosas tremendas, pero nada me puede causar más dolor que la muerte de mis colegas periodistas en Uchuraccay a quienes conocí, dice el Chivo. Precisamente en su libro está su crónica… “Frente a ese cuadro macabro, tan horrendo se escuchaban voces de verdadero espanto, de irreprimible pena. Uchuraccay exhibía toda su pobreza, toda su miseria”.

Son recuerdos comunes entre los periodistas decir que cuando el Chivo necesitaba anotar podía valerse de una servilleta o una cajita de fósforo.

Miguel Humberto Aguirre dijo  ‘Este será el segundo libro que voy a releer muchas veces a lo largo del año. Al leer las crónicas de mi tocayo siento la humanidad presente en cada línea. En estas páginas pueden encontrar al niño pobre que descubre el mar, pueden sentir el frío congelante de la Antártida, pueden oír el goteo de un caño en el callejón de El buque, pueden saber cómo y porqué actúa la gente cuando de chapar un choro se trata (El Chivo abordó el caso Huayanay, donde los pobladores de Huancavelica hicieron justicia con sus propias manos). Aquí descubrimos que no hemos cambiado mucho’.

Al final, Humberto Castillo Anselmi se veía contento y no se cansaba de firmar ejemplares. Luego que Lucho Talledo consiguió la firma deseada dijo: “Esta parado el chibolito. Ojalá haya Chivo para rato”. 

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