lunes, 1 de agosto de 2016

Anton Chejov y el amor.

En mi larga lista de buenos cuentistas que leo y releo está el ruso Anton Chejov ocupando el primer lugar. No creo haber leído todos sus relatos, pero si he leído los mejores. Tengo además una lista de buenos relatos que aconsejo leer hasta el hartazgo y en ese grupo están los del también médico ruso.

Si alguien me pide un relato para aprender los trucos de cómo escribir un cuento, les recomiendo leer ‘Una noche de espanto’. Es una historia de suspenso, esta tan bien estructurada y tiene un desenlace muy gracioso. Lo recordarán si les doy una pista: alguien ha ido regando ataúdes en las casas de los protagonistas del relato por una razón valedera. Los jóvenes se asustan porque al estar reunidos antes estaban hablando de asuntos paranormales y escalofriantes.

La historia narrada en ‘Sueño’ es una de mis favoritas. En realidad es un cuento cruel. Siempre hay que tener cuidado con el trato a los niños, porque al estar aprendiendo, ellos pueden aprender al revés ¿Recuerdan la historia? Se trata de una pequeña criada que está a cargo del cuidado de un bebé. Sus amos no la dejan descansar y la maltratan para hacer que cumpla con su tarea. Al no poder descansar por culpa del niño que llora y llora, ella decide callarlo para siempre. Es un relato que bien puede etiquetarse con la palabra ‘desamor’.

Nosotros debemos enseñar a los niños la mejor forma de expresar amor, dándoles precisamente eso. Y es del amor de lo que Chejov nos habla en la gran mayoría de sus mejores relatos. El ruso siempre trataba de responder su pregunta constante ¿Qué es el amor? Y para hacerlo se ubicaba en diversas esquinas desde donde observaba y construía sus historias.

Veamos algunos relatos.

‘En una bromita’, Chejov habla del amor como una necesidad de cobijo. No germina porque nace de la broma, de agarrarse las manos para evitar el frio hiriente del invierno con nieve.

En ‘Una boda por interés’, el amor no se consolida porque tiene un componente que la afea.

En ‘Una naturaleza enigmática’, una mujer habla del amor que pierde por culpa del sonido que hacen las monedas en los bolsillos de los ricos. Es una mujer encantadora que se pierde por el dinero.

En ‘Zinochka’, el amor nace desde la maldad de un niño hacia su tutora. La irresponsabilidad infantil desenmascara al amor y éste se fortalece.

El amor es también una rebeldía. Chejov habla de esto en su relato titulado, ‘Vecinos’. Una joven decide abandonar su casa, a su madre y a su familia por ir detrás de un hombre divorciado. La valentía de su hermana desarma al hermano que obedeciendo el pedido de la madre va tras la huida con el propósito fallido de traerla de regreso.

El amor es una maldad cuando se la embarra con astucia. En ‘La corista’, una joven amante debe aceptar las exigencias de una esposa que al mostrarse falsamente herida busca todos los bienes materiales de la adúltera para sentirse resarcida. Por su parte el marido calla y espera porque es también cómplice del engaño.

El amor se apaga por vejez y cansancio es lo que parece decir Chejov en el relato ‘La mujer del boticario’. El amor yace en una cama, apagado. El marido ronca mientras la mujer espera. Tocan a la puerta y son algunos oficiales que están rebozando de energía.

El amor no se da por la inmadurez de una o ambas partes nos dice el escritor en el cuento titulado ‘Ionich’. Dos jóvenes que se atraen dejan pasar el amor por culpa de algunos intereses subalternos. La joven desea ser pianista sin tener el talento necesario y el médico se descubre glotón y angurriento de bienes y de dinero.

El amor florece cuando es verdadero y Chejov lo prueba en el relato ‘Mujer sin prejuicios’. Ese amor enfrenta chantajes y se consolida y hace fuerte al reconocer en el otro todas las cualidades, dejando de lado aquello que para muchos puede ser una mancha.

El amor es fiel dice Chejov y para probarlo nos sumerge en sus historias con animales. Un perro de una familia pobre, vive hambriento y debe soportar el castigo de su amo. Hasta que se pierde. Al perderse llega a un lugar donde recibe buena comida, buen trato y llega a ser aplaudido en el circo por sus habilidades aprendidas. Pero el canino sucumbe ante el silbido de sus antiguos amos que lo sacan de su opulencia para llevarlo de nuevo a pasar necesidades. Este relato se titula ‘Kashtanka’.

En el relato ‘La cigarra’ se juntan en matrimonio dos personajes muy opuestos. Por un lado está el médico bondadoso y por el otro una mujer confundida que está más compenetrada con el arte y los artistas. Precisamente se enamora del artista que la maltrata y humilla y deja que su marido muera de dolor y soledad. El amor jamás es de uno. Nos dice el autor ruso.

El amor también se da en silencio y por largo tiempo, el escritor ruso lo prueba en el relato titulado ‘Sobre el amor’. Dos almas se saben unidas en un amor verdadero, pero deben optar por no dejarlo germinar para no dañar a terceros, ella a su esposo y él a su amigo.

En el relato titulado ‘Tristeza’, Chejov nos cuenta la historia de un padre cochero huérfano de hijos, quien va tratando de contar sus penas a los clientes que requieren sus servicios, pero la gente anda tan alejada de los demás que al pobre hombre sólo le queda el caballo con quien desahogar sus penas. El amor es doloroso cuando está solo.

‘Enemigos’ es otro de mis relatos preferidos. Un médico acaba de perder a su hijo, de pronto un marido le toca la puerta y le ruega atender a su esposa desfallecida. Ambos discuten hasta que el esposo convence al doctor. Las circunstancias no pueden ser más adversas aquella noche, cae mucha nieve. Al llegar a casa, el marido descubre que ha sido burlado y que la mujer ha huido con el amante. Ese hombre amoroso se descubre como un granuja. Lo que aquí Chejov prueba es que el amor es obsesivo y egoísta. El amor al prójimo es de doble filo, dice uno de los personajes de esta historia.

Y llegamos al famoso relato titulado ‘La dama del perrito’ que cuenta cómo el amor se va desvaneciendo en el matrimonio y que debe pasar por una serie de caminos, raros quizás, para lograr germinar en el adulterio mutuo y al ocaso de la vida.

viernes, 22 de julio de 2016

Los niños del micro teatro barranquino.


El actor César Chirinos es un vecino preocupado, tres niñas muy fregonas, una madre despreocupada, un padre gruñón, un perro travieso y un insecto zumbón.
Él interpreta solo a todos estos personajes y lo hace para beneplácito de muchas madres que con sus hijos llegan por las tardes cada fin de semana a las funciones de micro teatro que se dan en una antigua casona acondicionada en el jirón Batallón Ayacucho, en Barranco, ahí a un costadito del Puente de los Suspiros.

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La obra que interpreta César se titula ‘Muy mosca’ y cuenta la historia de una familia disfuncional. El padre no sabe cómo criar a sus niñas que lloran, se pelean y que tratan de jalar cada una para su lado, mientras la madre egoísta está más atenta al teléfono celular y sólo busca lograr un buen selfie que desea colgar en su muro de internet. El perrito también anda muy mal criado y no sólo ladra bullicioso, pues también muerde a todo aquel que se antepone a sus caprichos caninos.

Para interpretar todos los papeles, César Chirinos tiene que saltar, tirarse al piso, sentarse en un pequeño cajón para manejar un auto, pelearse, llorar y gritar simulando en papel de cada hija, tomar fotos con la cámara de mamá y luego volar como lo haría una mosca fastidia. El padre por su parte, no sólo sufre al no encontrar la llave del auto, mientras transita desea la pista libre sólo para él y pelea con todos los choferes imaginarios que se le cruzan en el camino y no le permiten avanzar.

El actor es un mimo pero no necesita del maquillaje blanco en la cara con el que solemos imaginar a quienes hacen el papel teatral. Viste sí pantalones holgados de payaso y actúa en un pequeño escenario que sólo tiene un biombo que simula ser la carretera por donde transita llevando a su familia de paseo. A la escenografía sencilla, se suma una caja cuadrada que hace las veces de asiento, interior de un carro o un lugar a donde la mosca vuela para tramar como seguir molestando y escapar al manotazo que busca aplastarla.

Los chicos que llegan a la pequeña sala se acomodan en algunos cojines tirados en el piso y de inmediato captan la idea del hombre de tablas haciendo los múltiples papeles. Las niñas se muerden las uñas, se miran entre ellas y sonríen con cada personaje cuando se reconocen en más de una situación. Todos en la salita se ven atentos ante las sutiles sugerencias del actor y en cuanto se les pide su participación no dudan en hacerlo, más aun teniendo a sus padres animándolos desde los asientos de la parte posterior.

En el escenario el padre actor trata de encontrar la mejor forma de calmar el mal genio de sus hijas y aburrido encuentra en la travesura desmedida la posibilidad de lograr una paz anhelada. Así que de pronto sugiere jugar a tirar la basura que halla a su alcance y lo hace sin medir las consecuencias. Ahí el actor encuentra una forma muy sutil de interactuar con los presentes en la función. Les tira la basura y ellos responden, hasta que de pronto se les sugiere la gran idea de que es mejor no ensuciar. Marbe Marticorena, la directora, dice que no es papel del artista hacer de padre, pero si fomentar algún tipo de reflexión familiar.

Cuando la función acaba, el actor se regocija al escuchar cómo se da el anhelado diálogo de padres e hijos y el esperado consejo: ‘No hay que ensuciar’.

César termina algo cansado y transpira tras los 15 minutos que dura la función, se cumple así con el formato del micro teatro. Recuerda que este tipo de función comenzó en España, el 2009. En aquella oportunidad, el cineasta Miguel Alcantud logró juntar a muchos creadores para hacer una pequeña obra de teatro de muy corta duración, usando un cuarto de 15 metros cuadrados donde ingresan sólo 15 espectadoras.  El éxito español se extendió por el mundo entero y también llegó a Lima.

Los fines de semana deben ser días de micro teatro y en Barranco no sólo se exhibe ‘Muy Mosca’, la familia tiene la posibilidad de disfrutar también de otras obras tituladas: Shiribabá, El aprendiz de mago, En un millón, Lope en el desierto de las letras muertas, Turquito y el altillo misterioso. Son quince minutos donde los actores se dan íntegros para complacer a tan selecta audiencia. César Chirinos lo sabe, lleva haciendo papeles para niños desde el 2001 y tras cada oportunidad él sabe que seguirá creciendo porque no es nada fácil encontrar la mejor forma para comunicar las ideas que satisfagan y beneficien a todos. Tras sus quince minutos, descansa 5 para dar comienzo de nuevo a la próxima función que sin duda ofrecerá otras emociones.

martes, 19 de abril de 2016

El hijo de Saúl. La experiencia de un infierno compartido.


La película húngara ‘El hijo de Saúl’ fue hecha para sentirla, sólo que al mirarla casi con el rabillo del ojo experimentamos una serie de sensaciones perturbantes y angustiosas que tratan de empujarnos a dejar la sala de exhibición, horrorizados. La primera propuesta del director László Nemes nos pide ser pacientes y muy curiosos para seguir al protagonista y acompañarlo a recorrer ese mundo extraño, caótico, insanamente nuevo.

Para quienes sabemos del holocausto judío -hoy parece que hablamos de un género cinematográfico-  ese ‘mundo nuevo’ en el que ingresa Saúl Auslander no es novedoso, es viejo. Está ya en nuestro inconsciente colectivo. Lo nuevo del film es la forma como los realizadores nos plantean el drama. Prácticamente nos colocan en los hombros del protagonista y nos llevan a recorrer el infierno. Es una temporada que dura 107 minutos. Saúl y el espectador  tienen la visión de campo limitada y deben estar con los oídos prestos, pues de pronto hay una orden que indica hacer o dejar de hacer algo y hay que estar atento para sobrevivir. Hay que moverse y hacer lo que nos piden: despojar a los recién llegados de su ropa, revisar qué llevan en los bolsillos y la maleta. Empujarlos a avanzar hacia un lugar donde los bañan y los matan, recoger sus cuerpos sin vida, arrastrarlos, quemarlos, llevar las cenizas al río y no dejar rastro de lo que ocurrió.

Las imágenes están difuminadas. La película pretende hacernos sentir lo que una persona podría sentir al ser arrojado a ese submundo repentinamente. A los espectadores se nos niega con inteligencia la posibilidad de ver claramente lo que ocurre con un objetivo: ganar la empatía necesaria para poder acompañar a Saúl en su recorrido al infierno.

¿Quiénes son los otros? ¿Quiénes llegan? No podemos hablar, si hablamos nos callan para siempre. Se niega incluso el susurro. Más vale no involucrarse mucho con la gente del entorno para seguir con vida. Sin embargo, quienes tienen la tarea de mantener el orden y limpiar el espacio en el que todos se mueven van aprendiendo y logran burlar la custodia y por esos pequeños resquicios  traman huir, ver un poco de luz, avivar alguna esperanza. Sentirse libres.

Desde el inicio sabemos que Saúl es uno de los capos judíos seleccionados por los nazis para hacer todo el trabajo que ellos se niegan hacer. Tiene pequeños beneficios: come un poquito, viste algo de ropa sucia y no sufre demasiado frío. Saúl sabe que sus días están contados, es un testigo y en cualquier momento será borrado, pero quiere vivir. No le importa cómo vive, sólo sabe que quiere alargar sus días con un objetivo.

Durante su trabajo junto a las cámaras de gas, el conmocionado Saúl ve a un niño que sobrevive y cree que es su propio hijo. Sin embargo, este niño es asfixiado por los médicos nazis del campo y se solicita una autopsia.  El protagonista se adueña del cuerpo y desesperadamente busca a un rabino para darle sepultura dentro de la tradición judía. Con su acto, Saúl pondrá en peligro su propia existencia y la de los capos que planean escapar, pero él ha encontrado la mejor motivación para seguir. Este hecho es el que dispara la historia y nos hace acompañar al protagonista hasta el final. 

¿Qué hará Saúl para lograr su cometido? ¿Podrá sobrevivir y su sobrevivencia será creíble?
No estamos cómodos en ese mundo en el que se mueve Saúl, pero su decisión hará que lo acompañemos hasta el final.

La verdadera historia del film.

El poeta Geza Rohrig hace el papel de Saúl. A lo largo de la historia el protagonista no sonríe, tiene un gesto inexpresivo, sólo se exaspera cuando busca y no encuentra al rabino para sepultar a su hijo. Si el niño es o no es su hijo resulta secundario. Ese niño representa la salvación, la verdadera salvación. Al permitir que ese niño trascienda a otro mundo, limpio y bendecido, él también tendrá paz y sosiego. La sonrisa y la verdadera alegría están vedadas, pero subyace para el momento final y definitivo. En el campo todo es sufrimiento y Saúl no se permite sentir. Incluso renuncia a la entrega que una judía le ofrece por arriesgarse. El amor está vedado en ese submundo, sí uno se envuelve en ese amor, no será verdadero. Es el mensaje.

‘El hijo de Saúl’ recoge mucho de la vida del protagonista. Geza Rohrig escribió dos poemarios, el primero se titula ‘El libro de la incineración’ y el segundo tiene el título de ‘Cautiverio’. Rohrig es judío húngaro que vive en Nueva York. Al llegar a Manhattan trabajó en un Funeral Home y ahí hizo de shomer (encargado de la custodia de un fallecido), algunas veces también lavó los cuerpos de los occisos siguiendo la tradición de su religión. Ganaba entonces 10 dólares la hora. La historia lo cuenta mejor la revista The New Yorker.

En sus tareas neoyorquinas, supongo que Rohrig desarrolló la habilidad de trabajar sin involucrarse mucho con el dolor y la pena que se siente durante la muerte de una persona. Esa experiencia la volcó muy bien al ponerse en la piel de Saúl. (La Shiva tiene una serie de pasos que hay que seguir después del fallecimiento de un judío, lo aprendí al mirar algunas películas que tratan de eso. Les sugiero mirar la comedia mexicana ‘Morirse está en hebreo’ de Alejandro Springall, quien también trabajó con las casas funerarias judías de México y conoce el tema).

Rohrig tuvo oportunidad de conocer Auschwitz en 1988, cuando según sus propias palabras era un lugar tranquilo. Hoy reniega del consumismo que ha llegado también ahí. Ahora se encuentra gente por todos lados, llegan en buses, bajan gritando mientras hablan por teléfono, escuchan música en auriculares, compran bebidas gaseosas en las máquinas que se han instalado en el lugar. Hoy, el poeta y actor reniega de la falta de consideración con el lugar, es terrible todo eso, señala.

Por su parte el director Nemes trabajó de asistente con Béla Tarr durante el rodaje de ‘El caballo de Turín’. Del ahora colega y paisano húngaro, Nemes debe haber recogido algo para plasmar en su obra; él lo ha negado. El film de Nemes ganó Cannes y luego el Oscar a mejor película extranjera en el 2016. Nemes debe haber recibido también algún aporte del film ‘Come to see’ (Ven, mira) historia en la que se relata la  vida de un chico bielorruso que observa toda la barbarie nazi durante los hechos de 1943. Nemes es un buen observador de films y el trabajo realizado por Elem Klimer en 1985 no debe haber pasado desapercibido para sus sentidos atentos.

Bueno, al ganar el Oscar, después de la ceremonia en Los Ángeles, Geza Rohrig recibió la propuesta de conocer a un capo sobreviviente y aceptó. Se reunió luego con Dario Gabbai, al parecer el último de los 90 sobrevivientes de los sondercomandos de Auschwitz.  No era el ser malvado que muchos temían, era también una víctima. En la circunstancia vivida, deshumanizado, sin saber realmente lo que ocurría, lo único que buscaba –como todos en los campos de concentración- fue sobrevivir.

Al final del film de Nemes, Saúl logra lo que busca. No de la manera que muchos esperan quizás, pero lo hace de acuerdo a la propuesta simbólica y espiritual que se propone. Redimido esboza la sonrisa de despedida que cae redonda y se ajusta a lo que los realizadores han manejado con precisión y estética. Ojalá aprendamos la lección, el ser humano no puede dejarse ganar por la bestia que merodea muy cerca y asalta la buena razón y el entendimiento humano.  Hay que estar vigilante.

miércoles, 24 de febrero de 2016

DiCaprio da la hora, espero.



Leonardo DiCaprio debe ser el próximo ganador del Oscar a mejor actor principal en la octogésima octava versión de la entrega de premios en Los Ángeles, salvo que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood opte por hacer lo que le venga en gana.

DiCaprio hizo el papel protagónico en la película The revenant, historia en la que se lució haciendo de todo: se enfrentó a una osa que casi le destroza, comió pescado recién sacado del río, devoró hambriento el hígado de un bisonte, se metió a dormir dentro de un caballo muerto, al que antes despojó de todas las vísceras para sobrevivir durante una tormenta de nieve, fue arrastrado por las aguas rápidas y heladas de un río y tuvo que caminar cientos de kilómetros para llegar a su base y enfrentar a quienes lo abandonaron herido.

Resumido de esta manera, la historia fílmica parece toda una aventura llena de acción, pero estos hechos señalados anteriormente son picos que ocurren en algunos momentos del relato para darle a lo narrado un toque de agilidad necesaria. The revenant es más bien un film que da cierto tributo a las películas mudas.

DiCaprio dijo que esta película fue un reto para él pues debió hacer un esfuerzo tremendo para comunicar sin palabras todo el drama que vive a consecuencia de lo que le ocurre. La naturaleza también se presta para dar lo suyo, con esos arroyos que dejan que sus aguas discurran delicadamente, el viento que bambolea las altas ramas de los árboles y la nieve que cae o se precipita desde las puntas nevadas.

El gran gancho de la película es el inicio que tiene. La pelea entre los nativos americanos y los colonos extranjeros es de antología por su gran realismo. Mucho se habló ya de la gran cantidad de horas de ensayo que se usó para que la lucha saliera como se había planeado. La brutalidad de la época se gráfica con objetividad y buen pulso.

El renacido atemoriza.

The revenant o el renacido cuenta la historia dramatizada del trampero, cazador y vendedor de pieles de animales, Hugh Glass, quien fue abandonado por dos de sus compañeros luego de que terminara muy mal herido tras ser atacado por una osa grizzli que trató de defender a sus oseznos. (Soy sincero, no digerí bien ese ataque, una osa nunca ataca como ataca esa grizzli, aunque esté herida de bala). El ataque y lo vivido por Glass habría ocurrido alrededor del año de 1823.

El film fue dirigido por el mexicano Alejandro Gonzáles Iñárritu, quien podría repetir el premio a mejor director (el año pasado alzó la estatuilla de la Academia por su trabajo de dirección en la película Birdman). Y la dirección de fotografía estuvo a cargo del chivo, Emmanuel Lubezki, quien también podría volver a ganar un Oscar. El binomio mexicano decidió filmar la película en Canadá, pero la naturaleza que cortó el invierno muy rápido hizo que todo el equipo volara al sur y continuara su trabajo en la zona de la Patagonia. Fueron seis meses de trabajo que se hicieron a la sombra de la luz natural por breves momentos del día. Para Gonzáles Iñárritu ésta es una película que afirma la vida. Es brutal, pero es bella. Es salvaje, pero es poética. El esfuerzo del protagonista es épico.

De principio a fin.

El inicio es primordial en toda historia y siempre recomiendo que la primera parte no hay que perderse por nada del mundo.  El pop corn no es necesario en la sala. Al comienzo del film, Glass le dice a su hijo que nunca renuncie a seguir en la lucha y eso es lo que marca también su vida a lo largo de su camino. Pero recuerden, ningún triunfo es fácil, más aún cuando se trata de entender y valorar realmente la vida, por esa razón vemos a Glass flaquear por ratos. El deseo de venganza lo ciega, pero cuando llega a comprender, cede. Glass avanza gracias a su frase inicial y cuando lo llega a entender del todo, opta por lo que opta al final.

La película me parece sencilla por el camino que se le traza al personaje principal; desde el lugar donde está herido debe hacer todo lo que está a su alcance para llegar. Sin duda hay y tiene que haber una fuerte motivación que impulse la acción y esa motivación es hacer justicia. Pero en el camino hay una serie de obstáculos que el protagonista tiene que superar y con esas trabas Glass va aprendiendo a valorar otras cosas, entre ellas la naturaleza, la vida y el deseo de vivir. Por esa razón cuando enfrenta a quien le quita todo lo que tiene, quien mata a su hijo, Glass decide que sea otro quien haga justicia.

El buen papel que le toca interpretar a DiCaprio no hubiese sido exitoso sin el antagonista que tiene al frente. Tom Hardy en el papel de John Fitzgerald es espectacular. Fitzgerald es un hombre amargado que está a la búsqueda de dinero rápido para salir del lugar inhóspito. El único motivo aparente para odiar a Glass es que este último tiene un hijo mestizo con una india Pawnee. Odia a los nativos quienes son su escollo, casi le han arrancado la piel de la cabeza y le han dejado heridas muy profundas. Con Glass herido y con la posibilidad de ganar plata fácil, acabar con el escollo es su meta, mata al hijo mestizo y abandona al padre mal herido. Por ahí leí que el choque entre Glass y Fitzgerald es típico de Hollywood, el blanco malo enfrenta al noble salvaje. Al noble le salva su espíritu humano.

Si Hollywood lo pidió así ojalá no se tire para atrás al momento de premiar. DiCaprio merece su premio. Ojalá en Hollywood no se piense que ésta es la ceremonia de las repeticiones y bien podría premiar una vez más a Eddie Redmayne por su papel protagónico en ‘La chica danesa’. Esperemos que no prime ese criterio, ni otro (me entienden, no es cierto?). A Dios lo que es de Dios y a DiCaprio lo que es suyo, se lo tiene bien ganado.

lunes, 8 de febrero de 2016

Oscar Wao y el placer de la relectura.

Cuando el amor se busca con desesperación, llega, pero no necesariamente es una salvación. Más bien es una epifanía, pero no es una revelación en el sentido divino, es más bien una manifestación de la tragedia o fuku que nos toca vivir. Es lo que parece decir Junot Díaz en su novela  titulada ‘La breve y maravillosa vida de Óscar Wao’. La misma que ganó el premio Pulitzer de ficción en el 2008.

Es la segunda vez que leo la novela y lo he disfrutado, tal vez más que la primera vez.

El personaje de la novela es un nerd dominicano, quien aún niño llega a los Estados Unidos junto a su mamá y su hermana.  Tras conseguir la ciudadanía norteamericana, la familia vive en Paterson, New Jersey, donde además se asienta un gran número de latinos, entre los que están los peruanos, conocidos en la novela también por su rica tradición culinaria.

Óscar es ahora un estudiante universitario moreno, obeso, muy buen lector de comics y amante de los videojuegos de su generación. Debido a su sobrepeso –pesa más de 130 kilos-  las jóvenes no se fijan en él y parece estar condenado a morir sin ni siquiera conocer los besos de una mujer. Todo el mundo se burla de su fuku o mala suerte que le toca, y, consciente de lo que le ocurre se vuelve un tipo desesperado. Se para en una calle y grita su amor ‘inconmensurable’ a toda mujer bonita que pase o aparezca por la vereda de enfrente. Rechazado en varias oportunidades, Óscar está decidido a acabar con su vida, no una sino muchas veces.

La historia de Óscar Wao es un libro que se lee con fruición. Uno puede reír o llorar a lo largo a de la narración, pues el trabajo paciente del escritor dominicano -hoy estadounidense- jamás te da tiempo a pensar en otra cosa que no sea ayudar al personaje. Pero cuidado, el lector no sólo está interesado en llegar al desenlace de la ficción y satisfacerse sabiendo si existe alguna fémina que se fije en el personaje, no. La novela tiene más cosas interesantes.

Algunos críticos señalan que la obra tiene un rasgo autobiográfico muy marcado. El primogénito Junot Díaz llegó a los Estados Unidos junto a su madre y sus cuatro hermanos para reunirse con su padre –un ex policía de la era de Trujillo-  quien abandonó a la familia. En la historia se siente el costo de vivir lejos de casa, y se entiende también de dónde y porqué razón se ha dado la diáspora quisqueyana. Ese desarraigo del exilio que han sabido llevar a buen pulso las mujeres centroamericanas. En la novela, ellas son luchadoras increíbles, que aunque se vean perdedoras, van adelante, son ellas las que se enfrentan a esa realidad con futuro incierto llenas de determinación y sin importarle el riesgo personal, tratando de cuidar siempre la seguridad de sus seres queridos.

Volvamos al cauce.

Junot Díaz divide su historia por partes y por capítulos. Primero nos cuenta todo lo que le ocurre al personaje principal, luego a la hermana y también a la madre. Cuando aborda la historia de Beli -la mamá- Díaz nos hace mirar el pasado dominicano en la era de Rafael Leónidas Trujillo, el sátrapa que gobernó la isla centroamericana a su antojo y capricho. La historia gana mucha fuerza cuando se cuenta todo ese pasado del que además los dominicanos se niegan a hablar. Las tiranías en esta parte del mundo han sido macabras, recuerda Díaz, basta que tiraras una cáscara de plátano al piso para que te castigaran con diez años de cárcel, no cualquier cárcel, sino en una cárcel de Trujillo de entonces. A eso se suma el lado mágico de la historia que sorprende por su realismo. Esta además el relato de un narrador dentro de la historia que conoce todo lo que pasa, porque es un allegado a la familia. Es una voz adicional que ayuda a Junot Díaz a hacer más verosímil lo que cuenta.

Me gustaría hablar un poquito del lenguaje. Óscar es un joven que sufre por no tener una novia, además es alérgico a todo tipo de esfuerzo, así que recibe el consejo de su tío Rudolfo. “Escúchame palomo, coge una muchacha y méteselo ya. Eso lo resuelve todo. Empieza con una fea ¡Coge una fea y méteselo!”. Óscar tiene dos amigos, quienes se van porque consiguen novias. Nada especial, feísimas en realidad, pero jevas al fin. Óscar se sintió muy mal cuando una amiga lo dejó por un novio, así que comienza a llamarla por teléfono. Este es Óscar, un oso me está comiendo las piernas. Es Óscar, quieren un millón de dólares o me matan. Es Óscar, he visto caer un meteorito y voy a salir a investigar. Junot Díaz se preguntaba ¿qué clase de educación puede impartir un padre que ha vivido en una dictadura? Óscar y su hermana responden en la novela que le tenían más miedo a su mamá que a la oscuridad o al cuco. Hay que recordar que quienes hablan en la novela son jóvenes universitarios norteamericanos. Complicados y faltos de verdadero amor.  Y el trato de Díaz está lleno de comprensión y compasión por lo que ve y narra. ‘Nadie nos enseña que la compasión y el perdón es lo que debemos dar’, dice el escritor.

Sigamos. El camino al éxito no está lleno de flores, menos en el terreno de la ficción con un gran desenlace, parece recordarnos Junot Díaz, quien hace que el hijo transite un calvario tan horrible como el de la madre hasta que llegue a dónde quiere llegar. Y llega a la cumbre casi sin proponerse, de pronto Óscar se sorprende con lo que le ocurre y el lector también, pero tras la sorpresa viene un final inolvidable. Difícil de olvidar por el fuku o mala suerte del que nos ha estado hablando el escritor.

Desde que llegaron los españoles a esta parte del mundo, lo que trajeron fue la mala suerte, dice el narrador de la historia. El fuku que le toca enfrentar a Oscar Wao y al que también se enfrentó su madre y los ancestros de nuestros personajes.



Para tomar en cuenta.

Junot Diaz no se considera la voz de los latinos o morenos en los Estados Unidos. Tampoco el vocero de la comunidad dominicana. No soy un informante nativo de la basta y contradictoria cultura que tenemos, si fuera alguien que se irroga ese título sería un cómplice, pero tampoco es que me sienta por encima de eso y me rasque las vestiduras desde una posición que no tengo, señaló el escritor alguna vez durante la presentación de su novela.

Consultado si escribe en inglés o en español, Díaz dijo. “Pienso en inglés y en español, aunque escribo en inglés. Pero cuando mis dos lenguas pensantes coinciden, me complazco. A veces mi lado español le dice al inglés: ya pendejo deja de decir tonterías”.

Junot Díaz recuerda que hasta mediados del 70 en los Estados Unidos había un editor de libros que no permitía la publicación de los mismos que tuvieran que ver y hablaran de negros y latinos. Felizmente se acabó esa visión chata y feudal y hoy gozamos de una serie de historias que han enriquecido nuestra forma de ver e interpretar el mundo.

viernes, 22 de enero de 2016

Patricia Barreto, actriz, guerrera del teatro.

Patricia Barreto es muy disciplinada, ella dice tener una formación intuitiva. Si bien es cierto aún no ha terminado, siente que esta ‘under construction.’ Después de estar en la piel de Piaf, todos deseaban saber cómo terminó. Con su gran actuación sorprendió a muchos, pero para ser Piaf, la actriz investigó como un médico lo hace con las patologías y no necesitó de adicciones para sentir y construir su personaje. Hoy da gusto oírla aconsejando a sus futuros colegas que trabajen mucho la actuación y también refuercen el lado emocional para poder enfrentar sin problemas a seres rotos e irresueltos. Todos tenemos líos, pero nosotros somos comunicadores de servicios comunitarios, guerreros del arte’ –precisa-. ‘Para mí el teatro es servir, quiero ayudar a cambiar y transformar la vida’.



Patricia Barreto, la actriz que interpreta a la pequeña gorrión francesa en la obra ‘Piaf’, está de vuelta en nuestro país luego de pasar unos días en Nueva York divirtiéndose en la gran manzana y llenándose de teatro en Broadway. Y para comenzar como se debe, ya está ensayando su papel para meterse en la piel de la cantante gala, sacarle su mejor voz y quizás alguna olvidada confesión.

La actriz tuvo un 2015 espectacular. Su interpretación de Piaf fue reconocido no sólo en el Perú, desde Londres le envió felicitaciones su colega argentina Elena Roger, nada menos que la ganadora de los premios Lawrence Oliver, en Gran Bretaña. El reel de la obra está en Chile, México y Nueva York y si los productores se deciden, nuestra representante irá a trabajar en otras tablas.

Roger le decía que disfrutara Piaf y eso es lo que Patricia hizo. ¿Cómo alguien puede disfrutar a Piaf? Patricia sonríe, se suelta la colita y su cabello se torna abundante y esponjoso. ‘La francesa Edith Piaf era un ser completamente apasionado, que se entregaba a la vida y al amor de manera autentica, la puedes juzgar amoral, pero ella era así por el tipo de carencias de valores que tuvo en su niñez’, comenta.

Primero, humor.

Patricia tiene 28 años. Es Aries. Cuando era una adolescente de un colegio católico, su padre la matriculó en la escuela de pataclaun y comenzó a hacer humor. Más tarde, cuando egresó del Belén, viendo ‘Sin título’, una obra de Yuyachkani, se convenció que deseaba ser actriz. Se matriculó en la escuela de Joaquín Vargas, sin saber que después la convocaría para hacer Piaf. Estuvo en Buenos Aires dos años perfeccionándose en actuación y estudiando además máscaras balinesas, circo y cine.

Volvió y comenzó con ‘Nuestra señora de las nubes’. Ella recuerda que el teatro racional era muy chiquito, apenas entraban 25 personas, pero al lugar llegó gente involucrada en el teatro que después le dio trabajo. Empezó haciendo el papel de un niño de 8 años con una discapacidad física, apenas hablaba, dice tratando de mover los labios. Pero era divino, muchos aún lo recuerdan con cariño, dice Patricia.

A lo largo de su carrera, la actriz hizo alrededor de veinte personajes. Por su tamaño -ella es delgadita y mide alrededor de 1.60- hizo papeles de adolescentes, de varones, de seres asexuados y con Piaf de mujer adulta. Hoy es consciente que hay un antes y un después de Piaf.

Creando un personaje.

Cuando es convocada para hacer Piaf, coincide el anhelo del director y el deseo que tiene ella de asumir la responsabilidad de nuevos retos. La pequeña quería ser grande y con derecho. Era la oportunidad de hacer la interpretación de un icono galo de la música mundial. Incluso había que cantar en francés. Así que Patricia aprendió un repertorio de veinte canciones, se puso a leer, investigar y viajó a París para obtener datos de primera mano. Patricia descubre que Piaf era diferente en el escenario. La cantante tiene algo inventado, contribuye en eso Jean Cocteau quien pide a Edith que use su propio drama para crear la empatía que necesita con el público. Ella sufre interpretando sus canciones.

Patricia necesitó un año de preparación para lograr armar su personaje. Vuelve a Lima con maletas de libros y vídeos que sobrepasan el peso exigido en un avión y junto a su maestra comienza a trabajar el lenguaje corporal de Piaf. Apelan a Carl Jung para explicar cuál es la razón de la artrosis que padece Edith. Una mujer sola, abandonada, sin cariño, lo que necesitaba era atención, pero no la atención del aplauso, la atención de un cariño sincero.

Enamorada del personaje y confiada, la actriz se enfrenta a la realidad y como ha dado todo sin importarle nada, triunfa. ‘No pensé en el después de Piaf. Cuando hice Piaf sentí que mi tiempo, mi cuerpo, mi todo era para ella. Ella me dio la libertad para pensar que si se acaba el mundo, para mí era suficiente. No tenía nada que perder y cuando no tienes nada que perder entregas todo’. Se descubrió cantante y… en francés. Y cuando terminó su actuación, el público la aplaudió de pie. 
  

                    
Apunte # 1
Al ver a Piaf el público piensa: ¿cómo es posible que esta mujer que me rompe el alma genere también tanto rechazo en mi ser?. Es que en ella hay un personaje muy bien elaborado para crear esos sentimientos, dice Patricia.


Apunte # 2
Nunca juzgues a un personaje. Juzgando a Piaf nunca hubiese podido interpretarla. Y lo que sé de la actuación es que nunca debo retractarme de mis acciones en el escenario, debo justificarme siempre, eso sí. Además debo mantener mi decisión hasta morir o hasta que me maten en la obra. Si estas presente y escuchando, el otro te facilita el trabajo, es tu propio motor. No hay pie, ni línea a seguir. En el presente ocurre la acción.



MEDITACIÓN PERSONAL.

¿Por qué Piaf? Fue mi pregunta al momento de iniciar mi meditación.
Todos tenemos mucho de Piaf. Por ratos sentimos que caemos en un pozo oscuro, desearíamos ver que hay en el fondo, hacer lo que se nos viene en gana, pero tenemos parámetros que nos frenan. Los valores humanos, la educación en casa, nuestras creencias religiosas, la sociedad de dónde venimos, nos fijan los límites. Si nos lanzamos a lo feo sin medir las consecuencias, sabemos que podemos terminar mal. Piaf podría ser un ejemplo de eso.

La mente es frágil. La mente no computa fácilmente lo bueno, siempre tiende a irse hacia lo negativo. Es difícil para la mente encontrar la paz, el verdadero amor, la paciencia, el perdón. Siempre nos atrae lo malo. Nuestra mente no está entrenada para estar en calma y es difícil de contentar. Es más fácil dejarnos llevar por el sufrimiento y la pena inventada. Piaf le puso el acelerador a muchos de las cosas feas y cayó. Pero no sólo miremos el caso Piaf, sin ir muy lejos, observemos lo nuestro con detenimiento: nos encanta ir probando y probando. La culpa, la avaricia, el deseo extremo, la envidia, el odio están a flor de piel y se exacerban por ratos sin control. Es como un caballo brioso y desbocado. Olas que generan un maremoto en nuestro interior.